domingo, 15 de septiembre de 2019

Belchite... un viaje a la memoria para construir vidas en paz que merezcan la alegría vivirse

Deseo del pueblo de Belchite
La semana pasada hicimos la visita guiada al "pueblo viejo" de Belchite. Visita más que recomendada para (re)situarnos en el planeta Tierra que vivimos y tratar de reflexionar sobre lo inhumana que puede llegar a ser la raza a la que pertenecemos...

Nuestra guía, Isabel, nos contó la historia de un pueblo que tuvo la mala suerte de estar en la confluencia de la subida de las tropas nacionales-franquistas y a la bajada de las milicias republicanas... y durante 14 días y dos batallas cerca de 6000 personas fueron asesinadas por personas a las que se les dio órdenes de hacerlo en uno y otro bando, republicano y nacional.

Paseando por las calles de un pueblo precioso y lleno de vida en los años 20 y 30, con dos bandas de música de "izquierdas" y de "derechas"; con cine, sala de baile, tiendas, bares... me intentaba imaginar a mí en esa época, en ese lugar... Estoy convencida que si hubiera podido huir, me habría ido, como lo hacen a diario miles de personas en el mundo, huyendo de guerras provocadas desde despachos, con el propósito de hacer negocio destruyendo y reconstruyendo esos lugares en los que las personas no cuentan para nada: somos "daños colaterales".

Y recordaba la canción de Rozalén en la que habla de Justo, un familiar que no volvió. Tantos millones de personas que no vuelven. Isabel nos contó la historia de una niña a la que dispararon y su padre y su hermano dejaron atrás porque pensaban que había muerto y si paraban a recogerla, se jugaban la vida también ellos. La niña no estaba muerta. Escuchó a su padre decir que la dejaban atrás... Y ella salió adelante, soldados republicanos (diablos enemigos) le cuidaron.


Es increíble cómo en el tablero de ajedrez de la guerra, las personas pierden la empatía, la humanidad, la idea de justicia: "no es justo arrebatar la vida de nadie ni ejercer violencia sobre nadie, en todo caso, defensa legítima". Es increíble cómo hay personas que piensan que tienen mucho más que perder si no mueven ficha; y que tienen mucho que ganar si van con los ganadores... quizás una casa en un lugar privilegiado del nuevo Belchite por haber servido al régimen... Indigestión al pensar en ello.

Recorrí "el pueblo Viejo" con un nudo en el estómago. Un pueblo que Franco prohibió rehabilitar para mostrar al mundo la barbarie "republicana". ¿¿Perdona?? En Belchite republicanos con sus milicias y nacionales con bombas asesinaron a 6000 personas y destrozaron la vida de muchas familias...

Isabel a lo largo de la visita nos habló de varias casas, ahora solo recuerdo la casa de Domi. Lo que sí recuerdo es que los nombres de las casas que nos dijo, eran nombres de mujeres. Y ello me llevó mentalmente al mural de Vitoria-Gasteiz titulado "La Luz de la Esperanza"; a la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas; y me hizo recordar también a las mujeres protagonistas del libro "Los olivos de Belchite" de Elena Moya (Soledad, maestra en el periodo republicano; y Basilisa, la abuela de la protagonista, María, que es de esas mujeres que ahora tienen 90-100 años y les ha tocado en la vida vivir de todo y están de vuelta de todo... mucho más abierta que su hija Conchita, madre de María, adoctrinada por el franquismo para ser una mujer como Dios manda).

Al final de la visita, emocionada, le comenté a Isabel que "el pueblo viejo" tenía que ser una joya arquitectónica, porque todavía lo era en ruinas; y que a ver si podía decirnos algún pueblo con características similares a Belchite para ir a verlo e imaginarlo en pie, si la barbarie inhumana no lo hubiese destruido. Un chico comentó que Mora de Rubielos podría ser un pueblo parecido y al final de nuestro tour, volvimos por allí.

Mora de Rubielos

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