lunes, 26 de agosto de 2019

Recuerdos de agosto

Alcornoque en La Campiña
Hasta que mi abuela Manoli vivió en su casa del campo (aprox 2004), los meses de verano los pasaba allí, en mitad de unos canchales, sin cobertura y hasta mediados de los ochenta sin luz, sin agua, sin baño, sin tele. Para mí ir allí era desconectar de la ciudad y conectar con la naturaleza, con mi lado más "silvestre". Era "un juego" divertido. Luego, regresaba a la "civilización" y durante las primeras semanas mi madre ponía carteles en casa con el texto "Hablar bajito" para que mi tono de voz se adaptara de nuevo a la vida en un piso. Este verano he descubierto que personas de, más o menos mi edad, han vivido hasta inicios del siglo XXI, en la península ibérica, sin luz, sin agua, sin gas, cada día. Para ellas no era nada divertido, al contrario: se cuestionaban por qué tenían que vivir en esas condiciones, cuando a escasos metros de su casa (en mitad de una finca), las personas tenían acceso a servicios esenciales (agua, saneamiento, energía...).

Recuerdo cómo mi abuela me contaba que mi abuelo y sus amigos cuando fumaban (tabaco de liar principalmente), apagaban muy, muy bien la colilla y la guardaban para que no hubiera incendios. El campo era su vida. Hoy en día, hay muchos intereses económicos en juego para que ardan los campos y, desde luego, son intereses que nunca tienen en cuenta a las personas que viven junto a las plantaciones de eucaliptos, pinos... o junto a los bosques quemados.

Campos alaveses

Recuerdo el olor de la sandía, que mi abuela con sus manos rompía junto a la esquina de la pared de la alberca y nos comíamos como si la corteza fuera un cuenco y la carne de la sandía el líquido rojo más preciado en una mañana calurosa de agosto. El olor, color y sabor de esas sandías no se me han olvidado nunca. Y, de vez en cuando, cuando como sandía, revivo esos momentos en el rincón paradisiaco lleno de vida, en la huerta de mi abuela.

Viva la Vida (Frida Khalo, 1954) - Ver fuente

Este agosto pensaba pasarlo tranquilamente en Vitoria-Gasteiz, sin salir más que los días de fiestas, que intento huir siempre que puedo... Sin embargo, fueron surgiendo varias propuestas viajeras a las que no pude resistirme: Alsacia y Selva Negra (tour en coche), Lusitania (tren hotel + coche), Las Merindades y Álava (furgo)...

Alsacia: arquitectura y viñedos

Disfruté muchísimo con la compañía y también con los lugares, los desconocidos, en los que estuve hace 20 años de Erasmus (sin tanta gente de turisteo), a los que intento regresar siempre que puedo, y esos espectaculares que tenemos al lado de casa pero desconocemos.

Calçada portuguesa: obras de arte por los suelos

Vistas desde Puentedey a las montañas de Las Merindades (Burgos)

Uno de esos tantos lugares que me encantan para parar un rato y desconectar es la Taberna La Era. Cuando entras y descubres su Menú de VIDA... ya todo lo demás que te encuentras te hace sentir bien...


Y otro de los ingredientes a añadir para un menú de VIDA que nos siente bien, es hacer de cualquier lugar en el que nos encontramos un paraíso, para disfrutarlo con una misma y con las personas que nos enaMORAn cada día, por lo que son y por lo que nos hacen ser cuando estamos con ellas o las recordamos :-)


Y cada día, estemos donde estemos, un nuevo amanecer y atardecer nos esperan. 


Aunque los atardeceres, mirando a Marvão, siguen siendo mis preferidos.

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