Desde hace un tiempo participo en el espacio de reflexión colaborativo DoceMiradas. Creo que este proyecto con miradas variadas, es ideal para plantear una aproximación a cualquier tema desde múltiples enfoques, aportando diversos matices y enriqueciendo el debate y la búsqueda de alternativas.
Y es que, vivimos en un mundo complejo, con problemas complejos, donde no existen verdades ni soluciones mágicas. Hoy más que nunca son necesarios marcos de regulación y reglas del juego compartidas, consensuadas, pero también, flexibles y abiertas, que nos permitan a las personas, hombres y mujeres, ejercer nuestras libertades, derechos, obligaciones y responsabilidades para decidir qué queremos y cómo queremos vivir vidas que merezcan la pena ser vividas.
En este contexto “complejo” es difícil gestionar los problemas económicos, sociales, educativos, sanitarios, etc. en un entorno de crisis o agotamiento de modelos tradicionales de desarrollo y de toma de decisiones. Y las opciones del gobierno del Partido Popular son neoliberales, conservadoras y orientadas a privatizar los bienes comunes (no es nada nuevo y es legítima su actuación porque siguen coherentemente su ideología, y millones de personas en este país le dieron su voto).
A una lógica neoliberal y privatizadora no le interesa potenciar el papel de las instituciones públicas en el desarrollo de políticas públicas y servicios públicos (ese discurso tan conocido de que "lo público no es eficaz/eficiente"). Por eso los recortes en financiación de la sanidad, educación, investigación, prestaciones sociales, etc.; la merma de derechos laborales, de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y vidas; y el apoyo a lobbies económicos, energéticos o religiosos son, a grandes rasgos, y de una manera muy simplificada, las maneras de gestionar los recursos comunes de las personas del Partido Popular que toman decisiones en este país.
La propuesta de Ley de Gallardón [Ley Orgánica de Protección de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujer Embarazada] es un retroceso en libertades y en garantías para las mujeres. Esta ley busca contentar a actores ideológicos (jerarquía eclesiástica, personas conservadoras, reaccionarias, patriarcales y machistas); y su diseño ha seguido un proceso oscurantista y nada transparente, sin tener en cuenta a las diversas y plurales voces y miradas que vivimos en la sociedad.
La Ley de Gallardón dice que pretende proteger al concebido (nasciturus) y proteger los derechos de la mujer embarazada, pero se recortan las políticas públicas y los derechos sociales. Y habría que reforzar (y mucho) los programas de anticoncepción, educación afectivo-sexual, mejorar la red de escuelas infantiles, ampliar los permisos de paternidad y maternidad (PPiiNA), mejorar la atención a las personas en situación de dependencia, poner en valor (la economía de) los cuidados a las personas… para garantizar lo que supuestamente pretende esta Ley.
Las mujeres seguirán abortando, aunque exista una Ley restrictiva que lo penalice. Las mujeres de familias con recursos y conservadoras lo harán en otros países y en clínicas privadas. Y las mujeres sin recursos, con medios que pondrán en juego sus vidas.
(¡¡Aún!!) Hoy en día, para muchas miradas masculinas y desde los medios de comunicación, empresas de publicidad y de consumo, las mujeres seguimos siendo objetos. Mientras las mujeres no seamos conscientes de nuestros derechos y de lo que otras mujeres han logrado (derecho a votar, a decidir sobre nuestro cuerpo, tener trabajo, estudios, independencia, participar en la vida política y pública, etc.) el recorte de derechos y libertades de las mujeres supondrá el regreso al mundo de lo privado, invisibilizado y alienado de los espacios de toma de decisiones.
Creo que la cortina de humo de la Ley Gallardón puede servir para varias excusas: la primera, para desviar la atención sobre temas importantes en los que su gobierno está tomando decisiones que nos afectarán mucho, y a diario en nuestras vidas (modelo energético, educativo, sanitario, relaciones laborales, etc).
Y la segunda, y más importante "excusa" o, mejor dicho, ventana de oportunidad: para que muchas mujeres nos paremos a reflexionar (individual y colectivamente) sobre qué papel queremos desempeñar en nuestras vidas (lideresas activas, gestoras, administradoras, apagafuegos, sumisas pasivas, NS/NC), informándonos, reflexionando, compartiendo nuestros puntos de vista, enriqueciéndonos con otras miradas y actuando de la manera en la que nos encontremos cómodas para defender los derechos, libertades (y también deberes), que como mujeres y ciudadanas reivindicamos en el espacio público participando en asambleas, manifestaciones, perfomances, firmando manifiestos o recogidas de firmas (Avaaz, Change); y, también, en nuestro ámbito privado.
La mujer decide,
la sociedad respeta,
el Estado garantiza,
y la Iglesia no interviene.
Este contexto que plantea Eduardo García Langarica en su artículo de El Diario Norte y otras muchas personas en sus reflexiones, es el deseable, ya que supone vivir en una sociedad democrática e igualitaria. Pero si aún extraña este enunciado, es porque seguimos viviendo en una sociedad patriarcal donde se impone a las mujeres restricciones (en el ámbito privado y público), y se limita su desarrollo en condiciones de igualdad real. Así que, ¡¡queda mucho por reivindicar, visibilizar, valorar, equilibrar!! Y mucho mejor si lo hacemos desde múltiples y enriquecedoras miradas. Porque cada persona, es única y tiene sus razones y sus motivos.
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