Marzo de 2020. Confinamiento. No se permite salir del municipio.
—Puri! ¡Abre la puerta! ¡Déjame entrar! ¡Por el amor de Dios!
—¡Pepe! ¿Pero qué haces aquí? ¿Te has escapado de la residencia?
—¡Sí! ¡No quiero volver, Puri! No nos dejan salir de la habitación y yo necesito estar en el campo, respirar aire puro...
—¡Pues marcha a tu casa! Allí estarás bien. No sé por qué te fuiste a una residencia, pudiendo estar en ese caserío tan bonito del que siempre presumías...
—¡Ay Puri! La residencia no es lo que yo soñaba. Me hacen madrugar, las comidas saben raras, las mujeres no se dejan decir cosas bonitas. Y las enfermeras son unas "femilistas" que me dicen que no les diga piropos, que no está bien... ¡Todo ha cambiado tan rápido!
—¡Claro, Pepe! ¡Todo ha cambiado, menos tú que sigues siendo un baboso como siempre!
—¡Venga mujer, déjame quedarme aquí! ¡Por los viejos tiempos!
—Mira, Pepe. Lo siento. El tiempo avanza y yo he evolucionado. Te diría que hicieras lo mismo: que aprendieras a cuidarte a ti mismo... ¡que ni eso sabes hacer! Habla con Juan. Seguro que él te puede ayudar. Aunque deberías pedirle perdón, por todas las veces que te reías de él cuando le llamabas "marica", "poco hombre" por dedicar su vida a cuidar a sus padres.
—¡Ay! ¡Tienes razón! ¡He sido un desgraciado! Yo pensaba que nunca necesitaría a nadie para vivir. Y que con dinero podría conseguir todo lo que deseaba. No me preocupé por ocuparme ni de mí ni de nadie.
—¡Bueno, no digas eso! Claro que te has preocupado, pero tal vez no de una manera que la gente desea que se preocupen: desde el buen trato, desde la reciprocidad... Tú siempre estabas varios metros por encima de todo el mundo.
—¡Si! Y eso... ¡me ha alejado de todo el mundo!
—Bueno Pepe, ¡todavía estás a tempo! Puedes cambiar si lo deseas. Dicen que nuestro cerebro es capaz de aprender hasta que nos morimos. Así que... ¡adelante! ¡Puedes cambiar si quieres hacerlo!
—¡Gracias Puri! Agradezco mucho tus palabras. ¡Y me alegro de verte tan bien!
—Sí. Estoy bien. Me marcho unos días a casa de Lali. Se ha roto una pierna y no quiere que vaya nadie a cuidarle. Pero yo me he ofrecido. Y como nos tenemos mucho cariño, le ha hecho mucha ilusión que vaya a pasar con ella unos días.
—¡Dale recuerdos de mi parte! Te prometo que voy a aprender a cocinar con Juan, y un día nos acercamos a casa de Lali para comer los cuatro juntos un menú con platos que aprenda a cocinar, manteniendo las medidas de seguridad.
—¡Me gusta el plan! ¡Ánimo Pepe!
Continuará...
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