jueves, 2 de julio de 2020

Teoría y práctica de la comunicación no violenta

TEORÍA
Hace más o menos un año, regresando de un fantástico fin de semana en Hospitalet del Infant (cuidado si solo os dicen "Hospitalet", porque podéis terminar en el de Llobregat... y hasta en Barcelona, buscando sus largas playas...), vivimos una lección práctica vital, de un aprendizaje teórico que escuchamos un rato antes, sobre la comunicación no violenta.

Nos contaban que entre las habilidades y competencias para prepararse para ir de cooperante, se encontraba la comunicación no violenta. Uno de los aprendizajes que más le había fascinado a la futura cooperanta por su utilidad, sencillez y potencialidad para llegar a las personas de manera asertiva, manteniendo la calma y mostrando las necesidades propias y qué se le pide a las demás personas.

Las claves de esta técnica/método aparecen en esta imagen:

Este artículo resume muy bien el libro La comunicación No Violenta (1988) del Doctor Marshall B. Rosemberg, creador en los años sesenta de este proceso de comunicación y mediación que ayuda a las personas a intercambiar la información necesaria para resolver conflictos y diferencias de un modo pacífico (vía wikipedia).

PRÁCTICA
Pues bien, volviendo a casa, en la carretera, un coche nos adelantó y nos hizo señales para que parásemos en el arcén. En nuestros imaginarios aparecieron distintas creencias y miedos de lo más variados: quieren atracarnos, vamos a llamar a la Policía, no vamos a salir del coche, no vamos a bajar la ventanilla...

Del coche, que aparcó delante, salió el conductor, se acercó a mi ventanilla y me pidió que la bajara. Y comenzó a decirnos:

  1. Habéis hecho un adelantamiento sin mirar por el espejo retrovisor, justo íbamos adelantando mi mujer y yo. Nos habéis hecho dar un volantazo para no chocarnos y casi nos salimos de la carretera.
  2. Hemos sentido que nos matábamos.
  3. Nos gustaría que no nos vuelva a suceder.
  4. ¿Podríais tener más cuidado la próxima vez?

Me quedé tan paralizada que solo pude decirle "lo siento muchísimo". Ahora que lo pienso, tendría que haberme bajado del coche, pedirle disculpas a él y a su mujer, haberle preguntado sus nombres y agradecerles, de alguna manera, su entereza y su calma para comunicarnos una acción tan inconsciente y peligrosa por mi parte. Desde entonces, cada vez que me monto en el coche y miro por los espejos, recuerdo al chico bajándose del coche dirigiéndose a nosotras... y les deseo que estén bien y les agradezco la lección.

El chico no tenía rasgos peninsulares. Y su educación y manera de estar en el mundo, clarísimamente estaban por encima de la media de la gente que pega bocinazos e insulta en las calles y en las carreteras cuando alguien comete un error, como si fueran perfectas...

¡Una gran lección inolvidable, como el acero!

No hay comentarios: