En menos de 24 horas en la sociedad global y conectada en la que vivimos han circulado dos noticias estremecedoras de dos niñas que por serlo y por la estupidez de las personas mayores, generalmente hombres, han sido víctimas.
Malala Yousufzai, una niña pakistaní de 14 años, activista desde los 11 años que en su blog reivindicaba el derecho de las niñas a estudiar, prohibido por los talibanes, fue tiroteada por ellos al considerar que Yousufzai era "pro-occidental", había estado promoviendo la cultura occidental y había hablado en contra de ellos.
El otro caso, quizá no tan mediático, porque al final Yousufzai era una persona conocida que despertaba afecto/odio en su entorno cercano y a nivel internacional, es el de una niña china que ha muerto porque a su padre se le ocurrió castigarle pegándole y poniéndole a correr 6 horas seguidas.
Me parece patético que haya personas que traen al mundo a otras personas a las que en lugar de educar, utilizan para volcar en ellas sus miserias y traumas. Me parece vergonzoso que a la mitad de la población se le ningunee, castigue, use como objetos. Me parece increíble que esto siga ocurriendo en el siglo XXI. Y me parece triste, pero necesario, que se manifieste públicamente que las niñas, las mujeres y las personas (independientemente de las etiquetas que queramos ponernos) tenemos derecho a vivir en igualdad de condiciones.
De ahí mi apoyo al primer día internacional de las niñas que se celebra mañana jueves 10 de octubre. Porque si de una realidad no se habla; es como si no existiera. Y no es así. Las mujeres existimos, tenemos derechos y obligaciones como los hombres. Pero hay millones de niñas y mujeres en el mundo que siguen siendo apéndices u objetos del hombre de turno (hermano, padre, novio, marido, jefe, maltratador, etc.)
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