Nunca me he definido ni caracterizado como feminista. Más bien como humanista o personalista. Lo ideal sería que hablásemos de personas, pero por desgracia, hoy en día las mujeres siguen siendo invisibles en muchos ámbitos. Como bien apuntaba Anne Phillips en un artículo del año 1998 que sigue vigente hoy en día:
“El canon liberal insiste en que nuestras diferencias no deberían importar, pero, en sociedades manejadas por los grupos de interés, es deshonesto aparentar que somos iguales. De hecho, mi propia visión de un futuro deseable es de un androginismo algo pasado de moda, y espero que llegue un momento en que ya no se nos trate más como a hombres o mujeres, sino como a personas, Pero una cosa es desear ese futuro y otra muy distinta es querer que las diferencias desaparezcan”. (Phillips, 1998:323).
Un ejemplo de ello es cómo el lenguaje (una herramienta básica de comunicación), sigue siendo sexista e invisibilizador. Y lo peor de todo es que haya mujeres que lo justifiquen, porque es un coste añadido pensar alternativas al lenguaje dominante establecido, desde la escuela, pasando por los medios de comunicación, hasta el entorno en el que trabajamos.
Ya es hora de abogar por términos inclusivos que abarquen la realidad del 100% de la población. Las tradiciones, las historias, los refranes y los dichos populares siempre han otorgado a la mujer un papel secundario, ornamental o prescindible.
Que todavía se cuestione la presencia de las mujeres en esferas de toma de decisiones, porque no van a estar a la altura; en esferas académicas, porque la condición física femenina es débil y no asienta cátedra con firmeza; en los medios de comunicación, porque si está ahí es porque le han hecho un favor a alguien o están por su cara o delantera bonita; o que comentaristas deportivos describan como "guapas" a nuestras deportistas olímpicas... es un insulto tras otro escuchar este tipo de argumentos.
Recientemente ha habido una polémica entre la RAE, (institución creada en 1713 que pretende estar actualizada en la sociedad cambiante del siglo XXI) con las guías de lenguaje no sexista que han elaborado diversas organizaciones, llegando a decir esta prestigiosa institución que con el lenguaje no sexista "no se podría hablar". La intención de utilizar un lenguaje no sexista no es comparable con el uso incorrecto del lenguaje, cada vez es más habitual; bien porque no se valora adecuadamente escribir correctamente; o bien por un uso de un lenguaje propio de dispositivos móviles acortando las palabras en contextos académicos y profesionales ajenos a una charla entre colegas. Afortunadamente, el lenguaje lo construyen las personas, no una institución que pretende controlarlo. Y por tanto la lengua, evoluciona, se adapta, se amplía a nuevos horizontes y realidades.
Quizá la aparición de "N guías de lenguaje no sexista" haya supuesto un derroche de recursos tratando cada cual de hacer la mejor guía, en lugar de mejorar y avanzar a partir de lo que otras personas, instituciones, entidades ya han hecho.
Pero, digan lo que digan las personas eruditas que componen la RAE, que se creen muy modernas por incorporar al diccionario palabras como tuitear, tuit o tuitero, no es lo mismo decirle a una persona que es un gallo (respetable) que una gallina (miedica) (Rodríguez, 2005) ni decir a una persona que es un zorro (lista) o una zorra (sin comentarios...). Y si existe la posibilidad de encontrar una palabra que defina con rigor a una persona, situación, hecho o acontecimiento, ¿por qué no vamos a hacer el esfuerzo por encontrar fórmulas lingüísticas que permitan integrar y referirnos mejor a estas nuevas o viejas realidades?
Como mi amigo Venan me dijo en una ocasión, ojalá fuéramos "personaslistas" capaces de construir una sociedad más sostenible y justa para todas las personas que habitamos en la madre tierra. Pero cambiar patrones culturales muy arraigados en la sociedad es bastante más complicado. No obstante, se están proponiendo nuevas fórmulas para integrar la realidad de hombres y mujeres (usos como "tod@s", "lxs" y "tod=s" son habituales en redes sociales). Y en redes sociales como Twitter, también surgen etiquetas (hashtags) para reivindicar un lenguaje no sexista e inclusivo:
Aunque siempre podemos utilizar la hermosa palabra "personas" ;-)
Como mi amigo Venan me dijo en una ocasión, ojalá fuéramos "personaslistas" capaces de construir una sociedad más sostenible y justa para todas las personas que habitamos en la madre tierra. Pero cambiar patrones culturales muy arraigados en la sociedad es bastante más complicado. No obstante, se están proponiendo nuevas fórmulas para integrar la realidad de hombres y mujeres (usos como "tod@s", "lxs" y "tod=s" son habituales en redes sociales). Y en redes sociales como Twitter, también surgen etiquetas (hashtags) para reivindicar un lenguaje no sexista e inclusivo:
Aunque siempre podemos utilizar la hermosa palabra "personas" ;-)
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