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Fuente: Elaboración propia |
A Luis los atracones navideños,
las discusiones cuñadiles sin sentido, ese aparentar felicidad… le superaban. Pero por su amada Helena…
Se vistió con la ropa nueva que ella le compró para la
ocasión. Se echó el perfume que ella le regaló, respiró profundamente mientras
se peinaba frente al espejo y se dirigió a la casa de la familia de Helena.
Su padre cocinaba y le reclutó para que le ayudara
mientras Helena y su madre ponían a caldo a la prima Konstanza, quien por
enésimo año excusaba su presencia a las comidas de Navidad, pero siempre
invitaba a desayunar y a dar un paseo matinal por cualquiera de los recorridos
y sendas del Anillo Verde de la ciudad.
—Pero ¿de qué va esta Konstanza? ¿Después de cenar, tomar
unas copas y trasnochar hasta las mil, a desayunar a las 8 y pasear con el frío
que hace?— decía Helena.
Luis escuchaba la conversación mientras su padre le
adoctrinaba —Si quieres tener a Helena en el bote, es necesario que le
sorprendas con tus encantos y tus dotes culinarias—.
Durante la cena, no dejaron de hablar y Luis casi no tuvo
oportunidad de meter baza porque los temas de conversación en la mesa no le
interesaban ni una pizca. Las botellas de vino se iban secando mientras Luis
bebía agua del grifo. Luis se iba vaciando también a medida que sentía que poco
o nada pintaba en ese entorno. Helena se dirigió a él en varias ocasiones con
piropos como —¡venga Luis, no seas tan muermo!—. Luis no sabía dónde meterse.
Al despedirse, Luis se llenó de amor propio, miro a los ojos
que durante tanto tiempo le habían querido decir tantas cosas y le dijo —Gracias Helena. Nuestra relación ha sido un aprendizaje para mí porque
me ha hecho descubrir quién soy y qué deseo. Deseo sentirme protagonista de mi
vida, no un apéndice u objeto decorativo de postureo de nadie. La de hoy ha
sido la peor comida de Navidad de mi vida porque en lugar de agradecer,
alegraros y disfrutar con quienes estábamos en la mesa; las conversaciones eran para poner a parir a cualquiera de vuestra familia por pura envidia. Te deseo
lo mejor a ti y a tu familia. Espero que tú hayas sido feliz estos 5 años. Te
pido disculpas si te decepciono, pero ya no puedo más. No deseo continuar con
nuestra relación. Que te vaya bien y hasta siempre—.
Helena se quedó bloqueada sin poder reaccionar. Enseguida su
madre y su padre fueron a consolarla —¡Tranquila, princesa! ¿Ves? Ya te dijimos
que Luis no era tu tipo. ¡Ya encontraremos a tu media naranja!—.
Luis desayuna, pasea, se ríe, aprende, cuida, sufre, sueña, (...) vive desde la siguiente mañana con la compañera de
la república interdependiente de su vida: Konstanza, quien ya no tiene que
excusarse más para asistir a las comidas familiares.
Que viva el amor compañero y el compañerismo amoroso
(Coral Herrera Gómez)